El mercado laboral está cambiando y la tendencia apunta hacia horarios flexibles, trabajo freelance y organizaciones que señalan antes los objetivos que los horarios. De la mano de esta nueva concepción moderna del trabajo viene aparejada una nueva tendencia con la que nuestros abuelos ni hubieran soñado: el home-office o (por decirlo en castellano) el trabajo desarrollado en casa, ya sea por cuenta ajena o como trabajadores autónomos. Para algunas personas es una cuestión de comodidad, para otras significa la libertad de vivir en otro lugar (quizá en el campo, a un par de horas de la gran urbe) y hay quien elige esta modalidad para combinar la vida profesional y los cuidados familiares. Pero, ¿cómo organizarse de manera eficiente?
No sin mi portátil. Trabajando en la cocina
Para trabajar en casa, ya sea unos días a la semana o de modo permanente, algunas personas se organizan sus propias oficinas domésticas, hay quien aprovecha un rinconcito del salón o quien habilita un espacio dentro del dormitorio. Pero nosotros nos preguntamos, ¿por qué no usar la cocina también para trabajar? La cocina, ese espacio que alguna vez estuvo reservado para trajinar con la comida, hoy estrena nuevos aires. Y si consideramos este como un lugar para la comunidad y para la creatividad, ¿por qué no trasladarnos hasta ella con nuestro portátil? Si la cocina está bien diseñada, seguro que tenemos mesa y silla, buena luz, enchufes a mano y el mejor ambiente posible. ¿Alguien puede pedir más?
Por supuesto, hay que anotar que si ahora hablamos de esta tendencia es porque la tecnología está de nuestro lado. Porque podemos contar con una herramienta tan poderosa como un buen portátil; porque tenemos la posibilidad de almacenar toda la documentación de nuestros proyectos en la nube y porque podemos mantener reuniones con personas que están en el otro extremo del mundo sin que tengamos que salir de nuestro hogar.
Un recreo, una comida
Pero trabajar en la cocina, ¿no significará confundir en exceso las tareas profesionales a las familiares? Eso dependerá de las rutinas de cada persona, de su capacidad para disciplinarse y del propio modelo de trabajo que esté desarrollando.
Nuestra experiencia nos indica que todos pasamos por momentos de bloqueo en los que necesitamos un descanso y un tiempo para desconectar. Y trabajar en una cocina nos ofrece la oportunidad perfecta para preparar un café de los que recargan pilas o un té inspirador. Pero también podemos (¿por qué no?) regalarnos un recreo y dedicarnos durante un rato a preparar un plato. Después de todo, esas actividades manuales son tiempos de esparcimiento reconocidos por los psicólogos como grandes estímulos para la creatividad.
Parar, descansar la mente y poner las manos en movimiento para luego disfrutar de los aromas de la cocina y finalmente regresar a la pantalla. ¿No te parece un buen plan?
Eso sí, ¡cuidado con las bebidas o alimentos que tengamos cerca de nuestro portátil!